Mi corazón es más ateo que yo.

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Has venido de gala esta noche y me has encontrado lista para recibirte con los cabellos en dirección hacia la nada y los labios pintados de grietas, con mi mejor vestido de lágrimas y mis sueños amarrados a los pies. No sé porque has venido cuando todo parecía estar bien, ahora que me sentía en lo más alto me obligas a caer y  a abrir mis ojos con cuchillas para que disfrutes la función de verlos desangrarse. Llegas para ponerme a pensar en cada una de esas cosas que no me atrevo a escribir, hace calor llegaste a la  temperatura perfecta para calentar indiferencias.

Me dices que me veo como un juguete al que nadie intenta ponerle pilas, como la llave que se pierde y solo le hacen duplicado para ahorrarse el trabajo de buscar, como las hojas secas de cualquier parque para adultos mayores. Me regresas las migajas de lo que no soy y les pones tu toque agrio y frío dejándome a mi helada y diabética.

Pero te acepto, porque a pesar de tu cruel manera de arañarme la piel, eres quien por fin acepta mis defectos así sea para usarlos contra mí. Ahora tengo miedo, ya sabes que hay un hueco en mí y querrás llenarlo de ti cada vez que se te antoje. Colándote sin siquiera preguntarme si me gustaría tenerte ahí. Pero qué más da si esta noche no tengo motivos para creer en nada y estando tú a mi lado no me apetece volver a tenerlos.

Una vez me dijiste no existe eso del amor de mi vida ni príncipes azules ni princesas rubias y por eso estas aquí ¿verdad? Me viste un poco hecha sueño y viniste a hacerme lluvia, a repetirme una y otra vez que busque una polla gigante para llenar ese vacío. Tremenda mierda llevo encima, esta noche estoy borracha, cajas de cigarrillos y las pipas cargadas.  Te digo que  a pesar de todo eres buena compañía incluso cuando espero la de alguien más, alguien que se acuesta temprano o la de alguien que no bebe, quizá alguien que como siempre tarde o temprano terminará aburriéndome.

Me dejare de tanta charla y te dejare entrar, si me encuentras rota por favor déjame así.


Priscila de Lunas.

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