Quizá no las esperabas.
Me escabullí
en los libros, como me lo sugeriste y ahora en cada letra veo la luz de tu
mirada.
Comí chocolates,
como decían esas letras que escribiste y ahora la balanza está marcando tres
kilos y medio de más.
Lo
admito, a veces fumo un cigarro con la esperanza de ver la silueta de tu
sonrisa en el humo que sale de mi boca. Recuerdo esos momentos en que nos matábamos
a besos en tu sofá preferido para hacer pereza los domingos, o esos encuentros
sobre las sabanas rojas de tu cama que tenían un comienzo, pero nunca el final
que tanto esperábamos.
Y hoy
recuerdo tu voz de niña diciéndome un “te quiero”, unos te quieros llenos de
magia que con la misma, desaparecieron. Sería placentero volverlos a escuchar.
Rabo de Nube.
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