Hagamos un trato.
Veo que tus labios se mueven pero no puedo escuchar lo que
dices, que tus ojos no brillan si de
mirarme se trata y echarte de menos en
donde tú creíste estar de más.
Maldito el día en que probé tus labios ahora quien me quita
ese sabor en mi sangre, hubiese tenido prisa si hubiese sabido que esto terminaría pronto,
y no tener que decirme que te olvide.
Y es que desde que me levanto sola volví a respirar oxigeno
y no tu fragancia, y en el fondo de mi
misma en los cigarros de tus silencios y el humo de la noche, no se nota el
frió de tu piel ni ese veneno en mi organismo.
Ese, que hace quedarme quieta mientras siento el filo de
tus palabras cortarme cada lágrima en dos y escuchar las manecillas del reloj como
si quisieran salir corriendo al verme de madrugada, tomándo(te) en un café, reviviendo(te) en una foto o suspirando(te) en mi almohada.
Hagamos un trato sin que mi insomnio se entere, tú finges
querer volver y yo finjo que no te espero.
P. de Lunas.
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