Verte.
La primera vez que la vi, sus caderas tropezaban cada grano
de ilusión en quien la miraba
Sus pecas oscuras y hundidas en ella misma, reflejaban en su
baile, lo exótico de su alma
El movimiento de sus
manos, tan libres como ella, sin darme cuenta calmaron toda marea, hasta
dejarla en calma, como el eco de su risa.
La segunda vez que la vi, ha llegado tarde, las ansias se escondían
entre humos y levaduras.
Me envolvió entre sus pinceles y su vestido blanco, y en sus ojos colorados y su canto desafinado,
ya habitaba en mí su inesperado vuelo.
Priscila de Lunas.
Comentarios
Publicar un comentario