Verte.

La primera vez que la vi, sus caderas tropezaban cada grano de ilusión en quien la miraba

Sus pecas oscuras y hundidas en ella misma, reflejaban en su baile, lo exótico de su alma

 El movimiento de sus manos, tan libres como ella, sin darme cuenta calmaron toda marea, hasta dejarla en calma, como el eco de su risa.

La segunda vez que la vi, ha llegado tarde, las ansias se escondían entre humos y levaduras.

Me envolvió entre sus pinceles y  su vestido blanco,  y en sus ojos colorados y su canto desafinado, ya habitaba en mí su inesperado vuelo.

Entre letras y astros aspiro verla por tercera  vez,  vencer con ardor aquella mirada fría que le ha dejado el cambio de la luna.






Priscila de Lunas. 

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