A veces al final.
Indudablemente te conoces, sabes que puedes conseguir lo que quieres, me
tuviste, te di noches enteras en mi espalda, curé tus dolores con mis manos y
compartí contigo mis quebrantables complejos, sonreímos solo al vernos,
cantábamos bajo el cielo, caminamos sobre el hielo para después calentarnos un
poco. Nada de eso fue una mentira, imposible si yo gasto sangre cada que me
rechazas, imposible si tú te encierras en un cuarto lleno de balas. No me
quites aquellas sensaciones primerizas pues fueron tan reales como cada letra
de aquellas canciones. Si crees ahora que nunca te mostré mi cariño, te pido
por favor enséñame a quererte incansablemente, pues nunca vi en lo demás la
importancia que al parecer ahora tiene.
No puedo culparte por querer más de lo que un día dijiste, por exigir lo que a veces dabas y merecías, por engañarte a ti misma al pensar que podrías soportarlo, pues así eres, tal cual una pluma de tinta, ligera y de rastro eterno, entregada a los sentidos y al nacimiento de tus buenas obras. Debí detenerlo cuando tuve una y mil ocasiones, pero quién, quién puede resistirse a la oportunidad de saciarse, de caer y aprender.
Desde aquella noche en la que mencionaste el amor, todo empezó a complicarse para mí, volví a llenarme de miedos, no quería tu querer, no quería entrar a ti para salir a cuchillazos rasgándote el alma, ese nunca seria mi plan, pero me fuiste queriendo y empecé a adaptarme, olvidaba de momentos lo imposible de la situación, fueron siendo menos los sacrificios para llegar a ti y por ende fue siendo más fácil sentir el peso que en tu corazón yo ocupaba.
Júzgame
en tu derecho por ni yo misma saber que quiero, nunca fue más que miedo, más que
cobardía y desesperación, siempre se trató de mí y eso siempre será mi veneno,
ahora bien, la persona que fui en esos momentos contigo sigue aquí, son
imborrables las huellas de aquella casa, son imborrables los olores y las
pasiones, son imborrables mis letras para ti, las cuales en estos momentos me
gustaría mucho que las tuvieras en cuenta, que las recuerdes cada vez que me
odies y sabré que todo en ti estará mejor, ya sabes, “tan solo se odia lo
querido”. Espero algún día premies mi virtud,
como has castigado mis vicios, pues es por ti, que me revelo al mundo, pues es
por ti, todos los huracanes que ahora me habitan.
P. de Lunas.
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