La flor que crece en mi.
Mí querida Sami.
Sé que te extraña mi carta, pues desde entonces no sabes
nada de mí, ni de mis días después de ti, no sabes mis razones y tampoco sabes
lo mucho que me dueles.
Eres una criatura fugaz de ojos combinados, eres una perlita
bajo tormenta, que no ha podido perderse ni salir de su sitio, eres tan tierna
e inocente, que aunque no entiendas porque te abandoné, estarás sonriendo, con
la misma curva que me ha dejado colgada desde que la vi.
Eres tan maravillosa, que te fuiste ágil y silenciosamente para
no despertarme, respetando mi decisión y tratando de no lastimarme, dando
pasitos de algodón sobre mi pecho y dejando lagrimas calientes bajando por mi cuello.
Ayer logré verte y agarrar tus pequeñas manos, escuchar tus
carcajadas y tus llantos como en una madrugada de junio, teniendo a la luna de testigo
y las intrigas del reloj.
Y ahora, y desde entonces espero poder seguir subiendo por
las escaleras de tu ausencia, y así llegar a ti, ya que tú nunca más podrás volver
a mí.
Para el trozo de luz marcado en mis viseras y mi piel. Siempre me quedarás.
Annabel.
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