Una noche lisérgica.
No es obsesión, ni capricho, ni un simple gusto o bueno, al menos yo no lo llamaría de esa forma, simplemente es mi habitual recinto, mi ritual de intimidad, donde tengo mis mejores vuelos sobre sabanas rojas y tablas que flotan. Con letras dando vueltas por las paredes y ese olor… me gusta su olor a hierba buena y un poco de canela. Al entrar es amargo. Hay una cama que no puede ser otra cosa que mágica, se abre por la mitad pero no deja que caigas, a veces deja de ser cama y se convierte en canoa, en cohete, en un LP de los Beatles e incluso otras a veces en fuego. Las almohadas se vuelven incomodas a la hora de ver las estrellas cambiarse de color, los juegos artificiales hacerse figuritas al caer y la luz que irradia bajo mi cuerpo dando forma a la sombra de un gato. Su cola cae y se mueve de un lado a otro, tan lento que puedo sentirme ahogada en sus pelos hechos ondas provocadas por m...