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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Dibujada con tiza.

Me despierto y de inmediato mi boca saborea la nicotina, mis ojos juegan con la niebla  y la luz roja de mi habitación se convierte en el fondo de mis interminables deseos. Con silencios que solo el viento rompe y la música que se acurruca en las esquinas de mis orejas, como queriendo vaciar el costal de  los limites mentales. MI cuerpo bajo la ducha se llena de pequeñas sales dentro de cada gota de agua: soledad, orgullo, castidad, cada una diciéndome que todo necesita reemplazarse, que existe la necesidad de no esperar, de no existir, de doler y que te duela, de mentir y de darse el trago amargo de la verdad, de volar y evaporarse. Los monstruos que  me persiguen tienen formas de memorias por la noche, son ellos los que se asustan habitando en mis delirios, son como pequeñas lavas encerradas en las lámparas de mis pupilas y cuando se deslizan por mí cuerpo, los ojos se me ponen rojos, se me resecan los labios y mi mente expulsa representaciones imaginarias de u...

Azul.

Allí estábamos ella y yo sobre el piso rojo. Azul se tomaba una cerveza y se fumaba un cigarro. Yo la observaba. Miraba hacia arriba tarareando su canción favorita y su cabeza se movía al compás de los acordes. Todo arriba siempre se mantuvo de ese color. Azul se elevaba sobre un suelo de fuego mientras yo la miraba de manera insistente. Con mis ojos en su infierno  pude hacer el recorrido de las llamas sobre sus pies, subiendo por su clavícula, sus cabellos, hasta darse la vuelta y terminar en los músculos de sus labios. Allí estábamos ella y yo sobre el piso rojo. Azul ya no vivía sobre ardor, en ese momento se elevó tanto que ya no pude alcanzarla. El caliente del humillo se iba extinguiendo con su humedad, Azul tenía las bragas llenas de su flujo, de mi saliva y había apagado el fuego  con su regazo hasta quedar en total evidencia. Azul se hizo fuego sobre mi mirada de ocio y se hacía  agua sobre el cohete que aprisionaba mi pantalón. ...

Antes que sean las 10:00 Am

Quizá me posea la inestabilidad cada mañana antes de las 10:00 am. Así que aprovecharé para para decirte que te extraño. Que aunque cada noche me invada la amargura y se cuele por mis cigarrillos, es inevitable recordar las horas a tu lado, las habitaciones, las canciones, las sangres, los desayunos.  Es como si hubieras echado tu tinta imborrable sobre mi piel.  Y ahora me siento estúpida, porque ni mi cuerpo, ni mi cara, ni mi personalidad  pudieron mantenerte fascinado y hacer que te quedaras conmigo como lo escribimos en aquellas botellas. Una vez me dijeron que "sólo permanece lo que se escribe" y muero de miedo al saber que las lágrimas pueden borrar un poema.